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Del libro Caminos hacia la Palabra, de próxima publicación

JUDAÍSMO Y CRISTIANISMO.
LAS RAÍCES BÍBLICAS EN LA ETERNIDAD.

¿Quién puede juzgar al judaísmo o al cristianismo? ¿Y quién puede determinar cuáles son sus raíces en la eternidad? Si yo ahora doy rienda suelta a mis pensamientos y sentimientos sobre este tema, serán los míos y de nadie más. Porque la vivencia del encuentro entre el judaísmo y el cristianismo, de sus raíces bíblicas en la eternidad, es un tema tan inconmensurablemente profundo e íntimo que uno difícilmente se atrevería a hablar de ello al mundo exterior.

Mis primeros sentimientos me dicen: solo puedes hablar de ti mismo, de tus relaciones ocultas con el ser humano, con el mundo y también con Dios. Y me atrevo a hacerlo porque se trata de la esencia, se trata realmente de Dios, de quien sé sin duda que me ama y a quien creo que yo amo sobre todas las cosas. En todo caso quisiera hacerlo, si tan solo supiera cómo se hace.

Del tronco y de la fuente.

Siento de inmediato que solo puedo articular este amor si hablo del encuentro con la parte de enfrente, del contraste judaísmo–cristianismo. Y creo que tal vez muchos judíos viven lo mismo. Solo si se atrevieran a hablar más claramente del tema, con voz más alta, en el sentido de una relación viva. Tal vez sería un momento de grandes sorpresas. Sí, si se quisiera buscar las raíces bíblicas en la eternidad, no enturbiadas por emociones temporales, entonces se podría vivir este encuentro de forma muy fácil, igual a la oposición entre el cielo y la tierra, entre la vida y la muerte, como la presencia de los dos árboles en el jardín Edén, como la experiencia de lo masculino y de lo femenino.

Y de inmediato pienso en el reino bíblico dividido, en Judá e Israel, cada uno con sus reyes y sus profetas. Me viene a la mente la oposición entre las dos madres Raquel y Lea, y entre sus hijos José y Judá. Y me atrevo a dar el paso siguiente: Judá propone a los hermanos la venta de José (Génesis 37,26-28) y reciben 20 monedas de plata por él. La otra venta da 30 monedas (Mt. 26,14/15). Curioso, podríamos decir, 20 y 30, son las letras caf y lamed, es la palabra col, todo. Algo está lleno, completo. La venta, la traición. ¿Por qué?

Y de inmediato un complejo cúmulo de emociones empieza a hacer efecto. ¿A hacer efecto? A rabiar, diría yo. ¡Cuánta sangre inocente vertida, cuánta miseria, qué crueldades han traído consigo estas historias! Cuánta incomprensión, cuánto rechazo, cuántas tonterías de los dos lados.

La tradición judía dice que algunos de los actos malos que ocurrieron en la historia de la Torá fueron expiados luego como sufrimientos. Solo la venta de José queda pendiente hasta el día de hoy.

Pero ocupémonos con las raíces eternas. El asunto es demasiado serio. Se trata del cielo y de la tierra, se trata del prójimo, se trata de nuestra vida. Intentemos preguntar por el sentido de esta dualidad; intentemos entrar en la Casa de la Biblia, en las palabras de Dios. Las puertas de esta casa están siempre muy abiertas. ¿Quién quiere entrar? Tal vez no se está tan solo, tal vez solo nos lo imaginamos.

Sí, pero también aquí nos topamos con esa oposición. ¿Palabras de Dios? Sí, ¿pero con qué medidas nos encontrarnos con ellas? Nuestros sentimientos, ciertas experiencias nos dicen que existe algo como lo sagrado, lo eterno. Conocemos la expresión Espíritu Santo. Y conocemos el desarrollo histórico. En el transcurso de los milenios, mucha gente ha descrito sus impresiones y ha contado lo visto y lo transmitido de tiempos anteriores. Deberíamos pues distinguir entre la historia como percibida por los seres humanos y la historia contada en la palabra de Dios, por el Espíritu Santo. Es una oposición como entre lo profano y lo sagrado.

Pero ¿hacemos tal distinción? Algunas veces, en teoría, sí; pero ¿qué significa para nuestra vida? Por ejemplo, muchas veces se habla de la resurrección, se la convierte incluso en un dogma de fe. En lo cotidiano sin embargo es un asunto más bien peliagudo y a menudo queda liquidado con un tímido encogimiento de hombros.

Es decir, es difícil. La gravedad de lo terrenal tira muy fuerte hacia abajo. Caemos por naturaleza aunque no queramos. Ahora bien, también podríamos reconocer la dificultad como una provocación. Porque también la muerte es una provocación a nuestros sentimientos de permanencia, igual que la realidad del mundo frente al reino de Dios. Pero se suele decir que es una utopía.

En aras de la simplicidad, podríamos reducir lo profano simplemente a lo temporal. Lo sagrado entonces es lo que llamaríamos lo eterno. El tiempo fluye, en el lenguaje de la Torá es la imagen del agua, del río que fluye. La creación sale del Ser, de lo eterno. El tiempo se regala desde esta fuente del Ser.

Ahora bien, si dejamos la fuente fuera de consideración podemos pensar que la Biblia es simplemente una descripción, un relato, una serie de comunicaciones de toda clase de sucesos. Las personas de entonces han visto y descrito cosas curiosas. Podemos suponer que lo han hecho de buena voluntad. ¿Se puede pedir más?

Puede darse el caso, sin embargo, que haya personas que sientan que sus vidas y los sucesos del mundo hayan salido de la fuente eterna. Y para estas personas y estos momentos en la vida, puede ser que sientan que ciertas comunicaciones han salido de aquella fuente. Se han encontrado con el milagro de la palabra, el milagro de la lengua. Estas personas conocen el río del tiempo, también el río que sale de Edén y que se divide en cuatro ramales. Saben de la fuente, de Edén, de ese lugar de bienestar. Saben, quizás de forma inconsciente, de lo eterno, de la Casa de Dios.

De la gracia.

¿Cómo entablar una relación con la fuente, con el lado eterno? ¿A quién no le gustaría estar en casa ahí? Se está gustosamente dispuesto a hacer todo tipo de cosas para llegar a esta meta. A menudo se escucha la pregunta bien intencionada: ¿qué libros me recomienda; debo aprender hebreo, tal vez el arameo, qué debo hacer? Hay una sola respuesta a tal pregunta: Se puede hacer solo poco. Porque es una gracia. Entonces encontrará los libros adecuados para usted y tal vez llegará a comprender algo o mucho del hebreo. O quizás nunca aprenderá nada del hebreo, pero a pesar de todo, vivirá en el lugar sagrado. No lo sé; solo puedo deseárselo; porque para mí es el cumplimiento del sentido de mi vida. La gracia significa romper la ley. El estudio para alcanzarla, sería un asunto legal. Por la gracia se puede estudiar, pero es imposible estudiar para obtenerla. Sería el camino del árbol del conocimiento y ese camino, lo sabemos, bloquea el camino al árbol de la vida. Y con ello se va camino de la muerte.

Estudiar como medio para alcanzar un fin es pagar al aduanero los derechos de aduana. Es actuar para recibir una recompensa o para evitar un castigo. La gracia solo es alcanzable si se anhela recibir o regalar amores. Se sabe entonces de las inmensas sorpresas en este camino del amor gratuito. El amor es entregarse, regalarse, es aceptar el destino enviado desde la mesa de Dios. La mesa en hebreo es shulján, y enviar el shalaj. El sustantivo y el verbo. La aceptación de la vida como un don amoroso de Dios es ese amor dispuesto a recibir, sin condiciones y, sin embargo, siempre rezando: que tu voluntad se haga, pero escúchame, escucha lo que pienso, lo que me imagino, lo que sueño. Quién conoce ese amor, ese regalo divino de la creación de Dios para el ser humano, podría estar receptivo para el milagro de la gracia. Con la ley es imposible. Aquel que regala la gracia justamente, rompe la ley.

De lo sagrado y de lo profano.

Nos damos cuenta de que no se trata de lo sagrado o de lo profano. Se trata más bien del matrimonio entre los dos. Lo sagrado, lo eterno es la fuente, es lo oculto. Aquí es invisible. Pero tiene su influencia en lo profano, lo fecunda. Como lo he dicho ya: por la gracia se puede estudiar y se tendrá una mente y un análisis profundos. Pero nunca se podrá alcanzar lo sagrado mediante la razón. Sería como el drama de la construcción de la torre de Babel. Es imposible alcanzar el cielo de esta forma, el resultado es siempre una confusión infinita.

En el lenguaje de la Biblia, lo sagrado es lo masculino. Masculino en hebreo es sajar, 7-20-200, y la misma palabra pronunciada de modo diferente sejer, es el recuerdo. Lo masculino es lo interior, es como el recuerdo, no es visible pero es esencial para toda vida aquí. Lo profano es lo exterior, en el lenguaje de la Biblia es lo femenino. Femenino en hebreo es nekevá 50-100-2-5, y nekev es un hueco, una apertura. Lo masculino fecunda lo femenino; lo masculino es portador del recuerdo, de la semilla, la que la mujer recibe.

Entendemos ahora por qué la mujer no debe hablar tanto. No se refiere a la mujer en sí, se refiere al lado exterior, lo manifiesto, que no debe seducirnos ni tentarnos. Porque el sentido del lado exterior es ser fecundado por el lado interior, el lado masculino. Entonces puede darse el fruto de la vida eterna.

Me parece que es un buen ejemplo de lo sagrado y de lo profano. Lo femenino quisiera encontrar a su marido, lo profano quisiera que lo sagrado lo fecundara. Pero si lo profano quiere independizarse del hombre, se convierte en la mujer infiel. Y entonces es un peligro. ¿No rezamos: no nos dejes caer en la tentación…?  Significa que si medimos la palabra de Dios, aportada por el Espíritu Santo, con medidas profanas, por la historia, por el tiempo de entonces, profanamos al Espíritu que es santo y pecamos contra él.

Lo primero que se nos comunica del ser humano en Génesis 1,27 es que Dios le crea sajar ve-nekevá, masculino y femenino en unidad. Quiere decir que todo ser humano tiene un interior, un lado oculto, un secreto y también un exterior, un lado visible. En él el matrimonio de ambos está ya contraído; y de hecho, los matrimonios se contraen en el cielo, en lo eterno. Desde la creación misma existe la unidad del ser humano, la unidad de lo visible y de lo invisible.

Debemos pues tratar lo visible con respeto, no es inferior de ninguna forma. Dios crea el cielo y la tierra y se preocupa por los tiempos. Aporta la luz y tiene un amor especial por este mundo.

Pero ahora judaísmo y cristianismo; casi siempre se contempla esta dualidad desde la perspectiva de lo profano. Se observan los tiempos, el flujo de los tiempos. Desde los dos lados. Se toman los acontecimientos históricos como punto de partida. Es decir, se escucha el parloteo de la mujer. Se piensa −como se ha hecho durante la construcción de la torre de Babel− en la historia del mundo, en las filosofías, las teologías y se cree honestamente poder alcanzar el cielo. Pero el malentendido surge de inmediato. Debe de ser así, porque la torre, construida con materiales terrenales no aguanta y lleva a la gran confusión. Viendo la situación, se constata con desesperación que no saben lo que hacen, incluso cuando creen que están haciendo el bien.

Si se quiere demostrar que una de las Biblias tiene razón en este versículo y que la otra Biblia tiene razón en otro, creo, que no se entiende la Biblia. Se está abusando de ella y pronto llega la confusión y la disputa. La paz, shalom, la perfección, no puede llegar así. Y seguidamente se inicia un trueque de compromisos que no satisface a nadie. Y con resignación se espera otra mejor ocasión en el futuro.

De las medidas divinas.

Quisiera que se me entendiera: no niego los acontecimientos de la historia del mundo; no rechazo lo que ocurre en el mundo como algo inferior; no soy un enemigo de las mujeres; no me coloco en posición altiva por encima de lo profano. No. Pero señalo las raíces comunes en lo eterno. Para mí significa reconocer como verdadera cada palabra de Dios, cada letra hasta la última jota. Pero sí, quisiera medir las palabras con las medidas de Dios. Las medidas, en hebreo, son midot y midá 40-4-5, en singular. Son también propiedades, cualidades.

En Éxodo 34,6/7, Dios nos da a conocer sus 13 midot, sus 13 cualidades. Eterno, Eterno, Dios, misericordioso y piadoso, lento para la ira, abundante en bondades y verdad. Que mantiene la misericordia hasta la milésima generación, que perdona la maldad, la rebeldía y el pecado. No deja a nadie impune, castigando el pecado de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos, hasta la tercera y la cuarta generación.

Tengamos en cuenta que las traducciones son siempre solo aproximadas; en el hebreo son exactamente trece cualidades divinas.

Yo creo que a la vista de estas cualidades divinas no queda posibilidad de discusión ni para cortar nada con la tijera. No hay nada que justifique que se tenga nada en exclusiva, nada para la pretensión de haber tenido el primero eso o aquello y que el otro lo tenga de nosotros, o que tal vez, quién sabe, el otro tenga algo por sí mismo…

En el judaísmo, allí donde la Biblia se sigue considerando como palabra de Dios, y todavía hay muchos para los que esto es algo muy natural, allí donde se sigue reconociendo la santidad de la palabra de Dios, vale el principio No hay ni antes ni después en la Torá. Aunque es verdad que es la conocida minoría callada, y que son los políticos y los que tienen la razón, los que hacen el gran ruido. Pero volviendo a la verdad de la Biblia, significa simplemente que la Biblia no está sujeta a nuestras normas de tiempo, sino que habla de tiempos de un tipo diferente, se trata de otro tipo de experiencia en tiempo y espacio. Difícil de comprender para muchos. ¿Qué puede hacerse si la ciencia no puede entenderlo? Aunque a muchos científicos les ha alcanzado la gracia de poder entenderlo como el asunto más natural del mundo.

La Biblia está frente a nosotros; es una realidad que está frente a la nuestra. Nosotros vivimos conscientemente en el mundo; la palabra de Dios, lo eterno, vive de forma inconsciente en nosotros. Dios en nosotros, nosotros en Dios.

No es una frase barata decir que las raíces bíblicas están en la eternidad. Estas raíces en la eternidad son las raíces de todo ser humano, como hijos de Dios que somos. Estas raíces nos dicen una y otra vez que la vida solo tiene sentido si es eterna. ¿Será posible que Dios no nos regale lo que nosotros regalaríamos con gusto solo con poder hacerlo? Dios, el creador del universo, el creador de eternidades, ¿es posible que creara todo eso y justamente a sus hijos, a los seres humanos a imagen y semejanza suyas, les negara todo? ¿Que les dé miserias, hundimientos, sinsentidos, trifulcas y ergotismos? ¿Es esa la palabra que nos envía? ¿La ha mandado acaso como una especie de rompecabezas para calculadores hábiles e inteligentes? Sabemos que no.

Pero es triste ver que muchas personas se quedan varadas con sus investigaciones y se empantanan allí. Aunque ¿acaso podría tener algo que ver con el orgullo humano? ¿Con la presunción de tener que investigar la Biblia en primer lugar y luego dar su veredicto? Para decir al final que se puede reconocer a Dios como una posibilidad, aunque este mundo se hundirá en breve. Se proyecta siempre su propio sinsentido al mundo.

En realidad, judíos y cristianos, todos estamos frente a la Biblia, frente a la eternidad, frente a la palabra de Dios. Y hablamos de las raíces bíblicas comunes. En relación con lo eterno, se puede llegar a amar al enemigo, no es necesario probar que esto se haya hecho bien y lo otro mal. ¿Qué se sabe? ¿Y cómo investigar, estando frente a Dios, quién tiene más razón y quién menos? Se necesitaría una buena dosis de engreimiento y de arrogancia. En el encuentro de cristianos y judíos, dónde las raíces comunes muestran el camino, solo se puede avanzar regalando y recibiendo amores.

Del anhelo común.

De lo que se trata en realidad es de encontrar nuestras raíces comunes en lo eterno y entonces cualquier hallazgo de esta base común será una gran alegría. Y estoy pensando ahora mismo en la palabra ungir, consagrar, mashaj en hebreo, 40-300-8, que se escribe con las mismas letras que simjá, 300-40-8-5, alegría. Ya de esta forma el encuentro es amoroso, uno dando al otro, con alegría.

Tal vez sea el anhelo de salvación lo que muestra algo de las raíces comunes. No estamos contentos con el mundo tal cual es. Nos importa el sufrimiento de las criaturas; la injusticia, la arbitrariedad, la opresión que tantos padecen, es una carga pesada. Es decir, significa, entre otras muchas cosas, que solo podemos vivir la relación con Dios, si el amor que tenemos al mundo sufriente, lo podemos esperar también de Él. Y confiamos en que Él sabe asignar al mundo otro sentido que aquel que vemos en lo cotidiano. Esperamos juntos al salvador que nos salve de esta situación. Y ese salvador no puede ser alguien proveniente de una evolución legal; ambos lados sentimos que debe de tratarse de una rotura de las legalidades. El salvador no puede ser alguien calculable, que destaque por sus rendimientos. Solo puede venir de Dios; solo nuestro Dios de la eternidad y de la temporalidad puede aportarlo. Esto sería, en breves palabras y muy resumido, el sentimiento del Mesías. En Él y por Él, lo imposible puede manifestarse.

Este anhelo debe de haber estado en el mundo desde el principio mismo. Aun antes del principio. Tal vez oculto y tal vez el asombro por la dura realidad mundana era demasiado grande para que esta visión pudiera traspasar. Quizás aún no se sabía la imposibilidad de llegar a la meta de un mundo salvado por la propia actuación. El acto propio conlleva el sentimiento de ser piadoso y honesto y de haber evitado lo malo.

Un comentario de la tradición judía dice, en cuanto al segundo versículo de Génesis: y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas, que se trata del Mesías que se preocupa por los tiempos. Es decir, el Mesías antes aun de que comenzara el camino por los seis días de la creación. Desde esta perspectiva no se trata para nada de un Mesías que de alguna manera aparece una vez en la historia, sino que se trata del Mesías más allá de todos los tiempos, se trata del Mesías en la eternidad. Y por Él, viviendo en la fuente del tiempo, aparece el Mesías también en el curso de la historia. No hay ni antes ni después en la Torá. La Biblia tampoco conoce un Mesías mejor o menos bueno, como tampoco permite una jerarquía con Dios. Sería medir tanto a Dios como al Mesías con las medidas del mundo. Si se percibe la Biblia como palabra de Dios, se sabe que hay un solo Mesías, como hay un solo Dios: eterno, santo, sano y único. Están en la eternidad, donde el Ser y el Devenir son unidad.

Del Mesías.

Se conoce al Mesías, tanto en el cristianismo como en el judaísmo, como hijo de David. También aquí pido que veamos estas palabras como palabras de Dios y no como una comunicación que deba someterse al bisturí del análisis histórico-crítico. En las palabras de Dios, el nombre David traducido, significa el amado. La palabra dod, amado, y David, se escriben igual con letras 4-6-4, dalet-vav-dalet. Son también los dudayim, 4-6-4-1-10-40, se puede traducir como mandrágoras o como se quiera, pero la palabra, habla textualmente de amores (Génesis 30,14/15). Raquel los recibe de Lea. También el Cantar de los Cantares canta sobre la promesa de aquellos amores que traen al hijo de David. (Cantar de los Cantares 7,14).

Ahora bien, la vida de David, como se cuenta en la palabra de Dios, tiene poco que ver con la vida de un amado. Tiene una vida más bien turbulenta, llena de preocupaciones. Sufre muchas decepciones, difamaciones, persecuciones y malentendidos. Pero percibe su vida como la de una persona amada, amada por Dios y su eternidad. En los Salmos, David canta su vida, su dicha, su alegría, con todas las turbulencias inherentes a la vida en el tiempo.

En el hebreo, la palabra hijo, ben 2-50, está relacionada con la palabra construir. Un constructor es boné 2-50-5. El Padre se construye en el hijo. Está escrito también que el Templo, la Casa de Dios, se construye (I Reyes 6,7) vehabait behibanotu. Dice explícitamente, sin ambigüedades y tal vez de forma indigerible para ciertos analistas científicos de la Biblia: esta casa se construye a sí misma. Como tantas cosas que se construyen y que se dirigen desde otra realidad. ¿Y no está escrito en Apocalipsis 21,22 que El Señor Dios Todopoderoso es el Templo? El Hijo es la expresión en este mundo de lo que el Padre es en la eternidad. Por ellos la temporalidad está unida con la eternidad y por ellos el mundo y la vida están salvados.

Yo creo que el roce surge cuando los dos lados, judíos y cristianos, ven al Mesías solo como un fenómeno terrenal, temporal, como algo que depende de su juicio. Porque entonces surge de inmediato la pregunta de quién es el primero y quién el segundo; quién es mejor y quién es menos bueno; quién es solo temporal y quién es permanente. En definitiva, quién tiene la exclusividad. Pero la palabra salvación significa ser sacado del tiempo, no tener ya nada que ver con las medidas del mundo.

El hijo de David, como está escrito para judíos y cristianos, es entonces la construcción en el tiempo de aquel que percibe su vida como amada por Dios, que ha medido con las medidas divinas y como consecuencia, su templo se construye. Es la vida del ser humano que es feliz y que alaba a Dios. Si los dos lados, judíos y cristianos, sienten como seña común el amor, la gracia, el perdón de los pecados, la misericordia con todo el mundo, con toda la creación, entonces la salvación, sabiendo que no está cumplida aún, es una profunda preocupación de sus vidas. Y en eso, realmente, hay unidad.

De la palabra de Dios.

Pero entonces ¿qué es lo que los sigue separando? Es un asunto serio y debemos llegar al fondo de esta cuestión. Creo que lo que los separa es el malentendido en cuanto a tiempo y eternidad y también en cuanto a lo sagrado y lo profano. En general, la voz de los tontos es ruidosa.

Así que en realidad se trata de la relación con la Biblia; porque la relación con la palabra de Dios determina también la relación con Dios. La palabra como revelación de Dios, construida por el Espíritu Santo para nosotros, está en lugar de Dios. Si se piensa que la Biblia es el producto de la humanidad de tiempos históricos, hay que investigarla, juzgarla, poner fechas y lugares. Pero seguidamente vienen las trifulcas que prevalecen entre los constructores de la torre de Babel, como se cuenta en la tradición judía. No tengo ninguna duda en cuanto a los hechos que sucedieron en el tiempo, porque la Biblia los comunica. Son verdad. Pero si se dice que entonces era así, o solo entonces será, me da mucha tristeza. Era, es y será, me dice una voz callada, imperceptible. Para mí el cristianismo es una vivencia grandiosa, única, no puedo ni imaginarme el mundo sin él. Y al mismo tiempo, el judaísmo es para mí una vivencia sobrecogedora y sagrada.

Pero tan pronto pienso en cómo han vivido los cristianos en el curso de los siglos, si pienso en las luchas por el poder, en las tonterías, las agresiones, la inquisición, la inclinación ante todo tipo de fascismo, entonces estoy ante muchos enigmas y muchas dudas. Pero sé también cuántos santos, cuánta gente buena, piadosa y fiel había. Para mí son la esencia; la masa tonta es el envoltorio que oculta lo sagrado.

En el judaísmo pasa lo mismo. Tan pronto pienso en los judíos, a menudo se me revuelve el corazón. En la historia no han tenido prácticamente nunca la posibilidad, hacia fuera, de cometer este tipo de crímenes, los que se llevaron a cabo por el otro lado, preferentemente en contra de los judíos. Pero eso no quiere decir que los judíos mostraran mayor comprensión de lo eterno, el anhelo de que toda la criatura fuese salvada. Cuántas tonterías también allí. Cuántas durezas y crueldades se perpetraron también allí, más silenciosamente, más discretamente, entre ellos mismos, sobre todo. Y también allí la presencia silenciosa de santos, de grandes personajes, de personas calladas y humildes; una presencia que sostiene la vida. Envueltos por una masa ruidosa, impertinente y engreída.

¿Será posible que en los dos lados se experimentasen las palabras de Dios en la vida, en el corazón y en la boca? Entonces los muros divisorios y las cortinas de hierro habrían dejado de existir. Y el diálogo entre los teólogos y las conversaciones entre colegas referente a la visión histórico-critica de la Biblia llegarían pronto a su fin. Sin embargo, al día de hoy, se siguen haciendo concesiones y compromisos; la esencia sin embargo, el asunto central realmente importante, sigue sin hablarse ni tocarse. Sentimientos de culpa, generalmente justificados por un lado, orgullosa satisfacción ante una especie de confesión de pecado por parte de los siempre, tan poderosos y perseguidores, por otro. Puede que sea útil. Pero la profunda brecha sigue estando. Se puede vivir juntos, por supuesto, ser amables, aceptar invitaciones de aquí y de allá. Pero por los dos lados, la noción de la presencia de Dios, del Mesías −aunque reconocida en principio− de alguna manera queda obviada. Tal vez por aquello que se llama la visión histórico-crítica, que tiene también consecuencias políticas. La verdad es que se reconoce casi exclusivamente esta única realidad temporal. Creo que esta enfermedad crece en los dos lados. Aunque quizás, ha estado desde siempre.

Pero si el anhelo de judíos y cristianos hacia la salvación estuviese en el centro, si el Mesías como rotura de la ley monocausal fuese la esperanza común para la humanidad y para toda la creación, me preguntaría de verdad cuál es la causa real de la división y de los caminos separados. De momento quiero obviar la enfermedad común de los teólogos y de otros científicos y políticos. Podemos ver su recuperación como el objeto de nuestra fe y de nuestro amor, porque a pesar de la división en la historia, busco la imagen de ambos en la eternidad, en la palabra de Dios. No puede aceptar esta división sin más. Las raíces comunes atraen a ambos lados hacia mí.

De la esperanza profética.

Estoy pensando en la imagen de los dos reinos bíblicos, el de Judá y el de Israel. Y reconozco que Dios ama a los dos, aunque muy a menudo viven en guerras entre sí. El reino de Judá, en general, se mantiene en el aislamiento; el reino de Israel, el así llamado reino del norte llevado por Efraín, se extravía más fácilmente, se alía con los ídolos y sus reyes parecen ser malos. Pero, a pesar de todo, Dios lo ama, Dios deposita una gran esperanza en su gente y les hace grandes promesas. ¿Quién no piensa de inmediato en las palabras de Dios en Jeremías 31,19?: ¿Acaso no es Efraín un hijo amado para mí, un niño de delicias? Pues desde que hablé con él, me he acordado de él constantemente.

Si el reino de Israel desaparece en la ocultación de alguna manera, la tradición judía cuenta abundantemente que la salvación definitiva solo llegará con el regreso a la visibilidad de ese Israel. Son los heraldos, decisivos para la liberación y redención de Judá.

En el reino de Judá viven los grandes profetas Isaías, Jeremías y Ezequiel; en Israel viven Elía, Elisha y Jonás. Y Elía anuncia al salvador. Todo eso está en la palabra de Dios, en la fuente, en la eternidad, que luego da vida aquí en el flujo del tiempo.

Y aunque no me gusta decir que Israel es el cristianismo y Judá es el judaísmo, en el fondo existe seguramente un equivalente. La imagen de los dos reinos sigue, por supuesto, y afecta también al individuo cristiano y judío. Pero en la mundanidad del cristianismo se siente una fuerte relación con el reino bíblico de Israel; también en la desaparición de la vista de Judá.

Y también pienso en la grandiosa manera de vivir de los cristianos. La confrontación con todo el mundo, con las tentaciones del mundo, del poder. Pienso en la tragedia del Rey Ajab, rey de Israel y de su mujer Yezabel. En la tradición judía, las maldades del rey y de su mujer están mitigadas en gran medida, hablando preferentemente de sus bondades y servicios. Es muy diferente si se reconoce la santidad de la Biblia y no se extraen de inmediato consecuencias a lo profano.

La Biblia como palabra de Dios ha entrado en el mundo por el cristianismo. En el judaísmo queda aislada, casi parece que se trata de un comportamiento inconsciente. Raramente penetran al judaísmo influencias del exterior, mientras que el cristianismo busca la conversación con el mundo profano. Casi textualmente cumple la misión de ir hacia el norte, hacia Galilea, para enseñar la palabra de Dios allí. Yo no veo a Galilea solo como una noción geográfica, sino más bien, conforme a la palabra hebrea galil 3-30-10-30, Galilea, como una forma que fluye, como ese 33 de gal, 3-30, de la forma. De acuerdo con un conocimiento antiguo, el norte es el lado de la materia.

Sin discutir entre sí mundanamente, el comportamiento del cristianismo parece estar de continúo enfrentado con el judaísmo. Una y otra vez hay que pensar en el reino de Israel y el reino de Judá. Y entonces sigue siendo de peso la expectativa de la tradición judía en cuanto al gran significado de aquellas diez tribus de Israel para preparar y anunciar la salvación.

¿Quién no piensa en las palabras de la profecía de Ezequiel? El campo lleno de huesos. Dios habló y los huesos se llegaron cada uno con su hueso. Y miré, y he aquí nervios sobre ellos, y la carne subió y la piel cubrió por encima de ellos. Y el espíritu entró en ellos, y estuvo sobre sus pies un ejército grande en extremo. (Ezequiel 1-10, resumido).

De la unidad y de la paz.

Y luego viene esta impactante declaración: Tú, hijo del hombre, toma ahora un palo y escribe en él: A Judá y a los hijos de Israel sus compañeros. Toma después otro palo y escribe en él: A José palo de Efraín y a toda la casa de Israel sus compañeros. Júntalos luego el uno con el otro, para que sean uno y serán uno en la mano. Y cuando te hablaren los hijos de tu pueblo diciendo: ¿No nos enseñarás qué te propones con eso? Diles: Así ha dicho Adonay el Eterno: He aquí, yo tomo el palo de José que está en la mano de Efraín y las tribus de Israel sus compañeros, y los pondré con el palo de Judá, y los haré un solo palo, serán uno en mi mano. Y los palos sobre que escribieres, estarán en tu mano delante de sus ojos; y les dirás: así ha dicho Adonay el Eterno: He aquí yo tomo a los hijos de Israel de entre las gentes a las cuales fueron y los juntaré de todas partes y los traeré a su tierra, Y los haré una sola nación en la tierra, en los montes de Israel; y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos. (Ezequiel 37,16-22).

Y un poco más adelante: Y mi siervo David será rey sobre ellos, y habrá un solo pastor sobre ellos. Andarán en mis derechos y mis ordenanzas guardarán y los pondrán por obra. (Ezequiel 37,24). Ahora bien, David lleva muerto ya 2800 años, y a pesar de todo está escrito: Y mi siervo David será su príncipe por siempre. Y haré con ellos un pacto de paz, un pacto eterno, y los asentaré en su tierra, y los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre.

(Ezequiel 37,25/26).

Por supuesto, estos versículos están abiertos a muchas interpretaciones. Pero como estoy hablando del judaísmo y del cristianismo y de sus raíces comunes en la eternidad, quisiera entenderlos en esta relación. Las palabras de Dios se abren a todos los lados y ciertamente también significan que el cuerpo, el espíritu y el alma divina se reunirán en una unidad eterna. Y que los dos árboles del paraíso −hemos hablando de palos, pero la palabra de la Biblia es ets, árbol− se conviertan en un solo árbol, y que Dios y el ser humano estén juntos allí para siempre. Justamente por eso creo en el regreso a la unidad de Israel y Judá, y en el mismo sentido también del cristianismo y del judaísmo.

Sabemos que esta dualidad no puede resolverse mediante una política inteligente. Esta forma de actuar más bien perpetuará la división. Los esfuerzos de ambos lados, por bienintencionados que sean, llevarán, como mucho, a que una parte deje a lo otra parte en paz. Las diferencias en la vida cotidiana, en la práctica de la vida, parecen demasiado profundas. Han pasado demasiadas cosas a lo largo de los dos últimos milenios.

Desde un punto de vista bíblico, bíblico en el sentido de la palabra de Dios, se siente como lo santo está frente a lo profano: las diferencias quedan suprimidas, en principio ya no habrá diferencias, y entonces habrá un solo Dios y un solo Mesías. Será importante saber hasta qué punto se percibe la Biblia como palabras vivas de Dios, como centro de la vida. Porque entonces no habrá diferencias que justifiquen la división. Entonces solo habrá un origen diferente, ciertamente querido por Dios, formando la armonía del todo. Y el Eterno será rey sobre todo el mundo, y en ese día el Eterno será Uno y su nombre será Uno. (Zacarías 14,9).

Sería una hermosa aventura en nuestro camino si pudiéramos sacar las consecuencias de la santidad de la Biblia. Podría suceder que de verdad experimentáramos cómo el reino de este mundo está dirigido por el reino de Dios, el Eterno, y como nuestra vida está en las manos de Dios. Tal vez entonces nuestro ajetreo disminuya y la lucha, la mentira y el malentendido se debiliten. Y el fruto del árbol de la vida, cuando los dos árboles se hayan convertido en uno, nos dará tranquilidad y paz. Si reconocemos la Biblia como palabra de Dios, tanto los cristianos como los judíos tendrán naturalmente dicha y paz. Entonces habrá mucho que contar por los dos lados. Porque se ha vivido mucho, y mucho queda por vivir en las eternidades. Las puertas están abiertas, entremos pues.

Zúrich, 1985

seguirá…

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Estamos leyendo…

Del libro El Paraíso perdido., de próxima publicación

El hombre y la mujer como seres humanos. Relatos del más allá. Las 10 palabras.

La división del hombre completo en hombre y mujer, es la separación del consciente del inconsciente. La consciencia de lo concreto, lo manifiesto es el lado femenino de toda persona. El inconsciente es el lado masculino, invisible, desconocido, en contacto con el más allá, de toda persona. Las raíces son comunes.

Ets, 70-90, árbol; etsá, 70-90-5, consejo, opinión. ¿Cómo aconsejamos? ¿Cómo opinamos? Ets, el árbol, es una palabra masculina, etsá, el consejo, es la misma palabra en femenino. Recordamos que ante al árbol opina la mujer, el lado consciente.

Significa que cada persona, ya sea hombre o mujer, está dividida. A pesar de ello, la mujer muestra muchas cualidades muy específicamente femeninas. Y el hombre muestra características definitivamente masculinas. Ningún lado vale más que el otro, pero decir que son iguales es falso. Para volver a ser ese Adam del principio, los dos lados son necesarios.

El lado masculino en el mundo se muestra preferentemente en el hombre, lo femenino en la mujer. Pero nada es definitivo porque en el tiempo todo fluye y cambia. Hay matices. Hay hombres con características femeninas y viceversa.  Lo único que constatamos es que la dualidad existe en todo ser humano, y que en la manifestación, en el mundo de aquí, prevalecen los matices. Son los matices los que muestran los hechos del camino, el anhelo y la búsqueda de una relación.

Hagamos un inciso en nuestro análisis del segundo capítulo de la Torá y sigamos ocupándonos del lado masculino, oculto. Porque la relación más decisiva es aquella entre lo manifiesto y lo oculto. Son las raíces del ser humano.

Puede sorprender que la Biblia sea tan predominantemente masculina. A los hombres los cuenta; dice concretamente que en la salida de Mizraim hay 600.000 hombres de más de 20 años, y luego todas las mujeres, los hijos, el ganado y otras posesiones que no detalla.

Si nos distanciamos de la visión usual de la Torá en el sentido de que son comunicaciones de acontecimientos históricos y si intentamos aplicar los principios de los que hemos hablado, significa que aquí se habla del ámbito del inconsciente. El dibujo que se nos presenta es del mundo inconsciente. Y las mujeres y todo lo demás acompañan, por supuesto.

También el comportamiento en lo cotidiano y los muchos encuentros tienen su lugar correspondiente. Las mujeres que son mencionadas por su nombre y sus experiencias, se vuelven de pronto corporales, pero estando presentes en el más allá. Siempre de nuevo separamos las raíces.

Si lo masculino es ese mundo de lo oculto, entonces es muy importante que se cuenten muchos relatos aquí de ese mundo. No comunicaciones directas en la forma en que estamos acostumbrados a escucharlas. De ovnis que nos llegan del espacio exterior con científicos altamente cualificados, máquinas súper poderosas, ciencia ficción. No. Hay otro tipo de relatos que median entre el mundo de aquí y las comunicaciones que nos vienen del mundo de allá. Entre lo masculino y lo femenino. Hablamos de esas historias. Hablamos de relatos del más allá. Allí son exactas, igual que los 600.000 hombres que salen de Mizraim. Si somos capaces de reconocer estas historias como tales, pueden comunicarnos muchas cosas muy importantes. Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas. (120)

Son historias que salen del ser humano. Nada de relámpagos ni truenos, son parte del ser humano, él las respira. Ruaj, espíritu, es también el aliento. ¿Cómo exactamente llegan o llegaron? ¡Qué se sabe! No tiene interés averiguarlo en la historia porque significaría que vienen de tiempos muy remotos, muy distantes, nada que ver conmigo.

Ahora podemos reanudar con la primera historia de la creación. Hemos contado ya bastante de ella. Es la historia en la que Dios se llama Elokim. Elokim es una palabra masculina, plural. Y el tetragrama, ese 26, es femenino. La ley, el juicio, está bajo la tutela de Elokim. La piedad, la bondad, es de haShem, llamado también el Eterno. Y pensemos en la identidad de las palabras misericordia y matriz en el hebreo.

Elokim es ese lado masculino, oculto, en el ser humano. Hasta que llega la segunda historia de la creación en la que Dios se presenta bajo el nombre del tetragrama. Este lado ahora tiene relación con el mundo, Dios se relaciona bajo el nombre del misericordioso con el mundo, y el mundo se manifiesta. HaShem es otro nombre del tetragrama. Es el lado femenino. Pero haShem no está solo, sino más bien, en unidad con Elokim. Es haShem Elokim. Significa que lo manifiesto lleva en sí lo oculto. Solo así sale a la luz lo que de otro modo hubiera quedado desatendido. Lo oculto es el fundamento de toda la creación. Con Elokim comienza todo.

También en el caso de las 10 Palabras −se suele hablar de los 10 mandamientos, lo que es equivocado− vemos esta dualidad. Porque también esas palabras se pronuncian dos veces. Por primera vez (121) las habla Elokim. Y Elokim habló todas estas palabras, diciendo: Anoji, Yo… Y la gente se asusta, está llena de temor por el estruendo tan grande, porque no se puede vivir y escuchar a Elokim. (122) Y sigue: Yo soy Eterno, Elokim, que te saqué de la tierra de Mizraim, de casa de servidumbre. (123). Ahora es el misericordioso el que habla. (124)

Las 10 Palabras del Sinaí están escritas con 172 palabras y 620 letras. El número 172 nos habla de la alternativa, ekev 70-100-2, y las 620 letras de keter, 20-400-200, de la corona. Que puede ser nuestra, o no. Depende de nosotros mismos, no hay ninguna obligación.

Ahora por favor, no veamos a estas 10 Palabras como un acontecimiento histórico, como se nos ha enseñado a verlo. Se trata de un acontecimiento en el más allá, que está allí como Ser y devenir en uno. Es un ofrecimiento de Dios y por ello está en nuestras vidas permanentemente. De no ser así podríamos decir con razón: “Qué pueden importarnos estas enseñanzas moralistas de entonces. Muy bonito ciertamente, en parte del todo justas, seguramente sacadas del Hammurabi, y otra parte tomadas de los egipcios etc. Pero ahora somos más civilizados y tenemos leyes mejores y más justas. Y del amor de todas formas, no se oye nada allí”.

Y visto desde el punto de visto histórico, estas objeciones no son tan descabelladas. Sin embargo, olvidamos de continuo que lo histórico es una de muchas dimensiones posibles. Vamos a hablar de ellas.

 seguirá…

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Del libro Encuentros con Ángeles y Seres Humanos.

El enigma del cristianismo.

Nuestras conversaciones sobre el judaísmo y el cristianismo fueron también importantes para mí. Como en todos los demás encuentros, eran la ocasión perfecta para que mis conocimientos crecieran. Y, de hecho, han crecido en los años siguientes, incluso en los decenios siguientes. Justamente entonces eran importantes, porque me preocupaba la relación con el cristianismo.

Birnbaum fue el primer judío ortodoxo que estaba enteramente libre y sin prejuicios frente al cristianismo. En los demás, tan pronto se tocada el tema, solo había una leve sonrisa algo avergonzada. Me di cuenta de lo poco que se sabía, lo superficiales que eran los conocimientos, cómo se juzgaba injusta y precipitadamente. Lo que se reprochaba a los demás como injusto y poco acertado en cuanto al judaísmo, se repetía frente al cristianismo.

Pero Birnbaum también tomaba eso en serio. Nuestra conversación comenzó un día cuando dijo:

“Se puede encontrar autentica piedad en el cristianismo. Religiosidad sin complicaciones, sin necesidad de explicarlo todo. Deberíamos darnos cuenta de que hay una preparación en el mundo, una expectativa grande y santa. ¡Qué increíblemente tontos son los judíos que no quieren verlo! ¡Qué no quieren saber nada del cristianismo!”

Sentía que podía ser un punto de partida. Porque para mí todo eso era evidente. Solo que, hablando con los demás judíos, no había encontrado comprensión. O bien pensaban que todas las demás religiones estaban atrasadas o juzgaban sin saber. El cristianismo estaba equivocado, sin más, una falsedad, una doctrina herética. Y por supuesto era muy cómodo tomar el comportamiento del cristianismo frente al judaísmo como prueba.

Aunque había intentos en el lado judío de arreglarse con el cristianismo. Intentos teológicos. Como si se compararan dos teorías para luego sacar la conclusión de que la teoría propia era mucho mejor. Como si en el caso de la fe o de la religión hubiese algo mejor o peor.

Había escuchado conferencias sobre el cristianismo desde el lado judío. Tenían gran interés porque se decía en términos inequívocos que la historia del Nuevo Testamente era ilógica, imposible de probar, que no podía ser cierta, que no había testigos verdaderos y mucho más, en los mismos términos.

Mi objeción de que la Biblia hebrea era igualmente ilógica, imposible de probar, que tampoco había testigos de todas sus historias llenas de maravillas, fue rechazada con indignación. ¡Era nuestra Biblia, toda comparación era imposible! Y en cuanto a los testigos, son nuestros padres, y las generaciones siguientes lo han ido contando hasta el día de hoy.

“¿También testigos de los milagros indemostrables? ¿También de todas las historias mencionadas en el Midrash? ¿Pueden acaso determinarse con lógica y ser situadas en la historia?”

“Porque los padres fueron testigos, son milagros comprobados”.

“Pero, ¿debe probarse la fe? ¿No es la fe justamente la confianza que aún acepta contradicciones?”

“Para nosotros todo es correcto. Podemos demostrar y explicarlo todo con lógica”.

“¿Y no podéis conceder a misma intención a los demás? ¿No pueden, de la misma forma, creer e intentar explicar con lógica?”

“No, no hay comparación. En su caso, no es cierto. ¿Cómo pueden creerse todas las historias que cuentan? Son del todo ilógicas”.

Así toda conversación era inútil de antemano. Hasta un rabino reformista, americano, es decir un rabino que era un espanto para el judaísmo ortodoxo porque quería adaptar el judaísmo al mundo y a su tiempo, me decía: “Qué quiere usted. El cristianismo es una equivocación, no puede ser como dicen”.

Curioso. Era como si dos vendedores ambulantes fueran promocionando sus productos. Su producto era el mejor, sin duda, todo lo demás era falso. Mezclando la fe con la lógica y con pruebas. Nunca se ha reflexionado en serio sobre la fe. La verdad es que la fe es indemostrable, ilógica y acausal. Se reflexionaba mucho más sobre los negocios, sobre la sagacidad talmúdica, sobre litigios comunitarios y políticos. Pero para saber lo que era la fe, para eso no se tenía ni tiempo ni ganas.

Sé que del lado cristiano las cosas eran idénticas frente al judaísmo. Se esperaba que un judío, en el mejor de los casos, tan pronto se diese cuenta de la verdad del cristianismo, sería capaz de captar la esencia de la fe. Que antes permanecía cerrado, expulsado, maldito. Una conversación con un cristiano lleva a exactamente la misma desesperación. Las letras pequeñas eran igualmente enojosas y desalentadoras. También allí se calculaba con pruebas, con la lógica. Los ojos de los seres humanos han ido cerrándose, de verdad.

Por ello, en un primer momento, no me atrevía a hablar abiertamente con Birnbaum sobre el tema. No buscaba decepciones precisamente; y amaba a Birnbaum demasiado como para intentar el experimento con él. Pero ahora, como él mismo había iniciado el tema, estaba dispuesto a seguir el hilo con alegría. Porque finalmente, mis conocimientos del mundo habían salido de un mundo cristiano y de una forma de pensar cristiana. Aunque hoy no tenía ya ese nombre. Pero aquellas personas habían pensado así desde una cultura cristiana, habían buscado la verdad y habían tenido alegrías y sufrimientos.

Se demostró que Birnbaum tenía el mismo concepto que yo. Había pasado su juventud en Viena, en una ciudad católica, y como persona buscadora había vivido el catolicismo de modo intransigente. Le había impresionado profundamente.

Él veía el problema así: ¿Será la fe capaz de mantenerse firme frente a los asaltos del conocimiento, de las universidades?
Lo que le importaba no era si el judaísmo tenía la razón frente al cristianismo, sino simplemente, si la fe en el mundo vencería finalmente sobre el materialismo, el racionalismo. Los judíos, los cristianos y los mahometanos estaban en primera fila. Me contó cómo para su vida, para su cambio, justamente el libro de Ibsen Emperador y Galileo había sido decisivo.

“El galileo vence definitivamente. Lea ese capítulo. Simplemente no es posible no tomar nota del cristianismo. Actuar como si fuese una equivocación de la historia. Se puede hablar del cristianismo, de Jesús y de Pablo. Pero también en ese terreno hay que tener cuidado de conclusiones precipitadas”.

“Cierto. En el fondo creo que, por Pablo, el camino del mundo apenas ha comenzado. Aunque tal vez por una especie de malentendido haya una caída en el pecado; haya llegado a ser una caída en el pecado, pero a pesar de todo esa caída tiene un sentido. Igual que el pecado en el paraíso. Con él comienza el camino. Pero se siente el regreso. Aquí no puede hablarse de más o de menos bien. Todo está dirigido desde otro mundo. Igual que todas las cosas en nuestra vida están dirigidas desde el otro mundo. Lo uno se corresponde con lo otro. Lo que sucede aquí, sucede allá”.

Birnbaum me contó cómo había buscado una relación, pero que había sido muy difícil. En el lado cristiano se pensaba en seguida en una misión, y en que el otro, después de unas pocas conversaciones se daría cuenta de sus errores -de nuevo aparece la lógica- y estaría deseoso de ser aceptado en el seno de la iglesia.

“Los otros deben aprender también. Deben experimentar mucho aún. No tienen ni idea de las riquezas del judaísmo, de sus grandes misterios. No porque seamos nosotros, no, es así. Se nos ha colocado en este lado, es nuestro destino. Que también tiene su explicación y motivación en otro lugar. Pero como seres humanos estamos sobre la misma tierra. El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, no solo el judío. Pero será difícil -difícil por los dos lados- aclararlo todo. Lo digo que casi ya no me atrevo a hablar de ello”.

“Pero tendrá que ser. Alguna vez habrá que comenzar. Porque si no, cada lado queda encerrado en sí mismo. El ser humano debe romper el muro. Debe ser capaz de renunciar a su derecho en este lado, porque es un derecho relativo nada más. Para recibir el gran derecho, el de los dos lados. Estamos siempre de nuevo ante el mismo principio”.

Gracias a Birnbaum, me sentí reforzado en mi búsqueda de conversaciones intensas e íntimas con el cristianismo. Sabía que nada aún había sucedido en ninguno de los dos lados. Pero eso no podía significar que no hubiera que comenzar. En todo caso sabía que justamente ese depósito inmenso de las tradiciones judías recibidas de los antepasados, y rechazadas conscientemente por el cristianismo, contenía mucho para que pudiera elevarse a una vida autentica. Así me propuse investigar el tema sería e intensamente. Quizás el cristianismo se había aislado para que el camino pudiese ser andado. Ahora quizás, el camino llegaba a término y las partes podían encontrarse de nuevo.

Era un tiempo fascinante. ¿No había dicho lo mismo el Rebbe en la pequeña ciudad de mis sueños en Polonia? ¿Por qué no unir, si de todas formas buscaba esas raíces? ¿No era pecado separarlas? Los unos tenían el camino, los otros el hogar. Y el ser humano va y destroza las raíces y con ello devasta el jardín de Dios. Es bueno pues, juntar de nuevo las raíces del camino con las raíces del hogar. Hay que unir el Ser y el devenir en unidad. Esa paradoja es el fundamento de nuestra vida.

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Del libro El libro del tiempo y de la eternidad.

Sexto capítulo: Dominar el toro

Hemos hablado ya de Rosh ha-shaná, el 1 de Tishri, comienzo del año. Dije que es el día en que José sale de la cárcel. Quiero darles ahora algunos aspectos adicionales, esperando y confiando que Vds. mismos puedan hacer el puente entre ellos, de modo que no sea una comunicación vacía de eventos, sino que se convierta en algo muy vivo.

Por ejemplo, existe una costumbre cuyo significado deberíamos descubrir. Se dice que el ser humano, en ese día, come la cabeza del cordero. Sabrán que el momento de la creación cae bajo el signo de shor, toro. También es la letra álef. El toro juego un papel muy importante en toda la historia, porque de hecho es el signo bajo el cual el mundo aparece. Esta aparición en el signo de Tauro dice que aquello que es el toro, es decir, uno de los cuatro fundamentos de los elementos del trono, es la manera en que el mundo se presenta. También la idea del toro que cornea juega un papel en la Biblia hebrea. Allí se dice que su dueño es responsable de los estragos que causa por sus escapadas. Debe ser dominado. Bajo la denominación del “toro corneando”, caen todas las catástrofes naturales, también las catástrofes en el ámbito personal. Alguien que no se domina a sí mismo, es alguien que no domina a su toro. Como ser humano debe asumir la responsabilidad de dominarlo.

El ser humano aparece en el punto culminante de su desarrollo. Recibe el mundo como regalo: tómalo, así es. Y puede decirse que es responsabilidad del ser humano llegar al mundo como salvador, dar la vuelta a todo el asunto y devolverlo a casa.  No para que diga: “lo he recibido, estupendo, ¿cómo puedo disfrutarlo?” Porque cada paso en esta dirección significa que tu toro se escapa. No hay posible concesión en este punto. “Sí, pero es normal que escape, le pasa a todo el mundo”. Entonces soy yo el único que no participa de esta normalidad.

Significa que para el ser humano no hay otro camino que el regreso a casa, dar la vuelta de inmediato. Solo por este motivo viene al mundo. Y es un gran riesgo y una aventura importante, ese encargo del ser humano, porque no tiene por qué regresar. A este respecto tiene completa libertad y responsabilidad. Todo está decidido de antemano, salvo su comportamiento en este punto. Cómo esta libertad y responsabilidad se concretarán en los acontecimientos sucesivos es un misterio, de momento. Porque por un lado existe una curiosa relación entre los sucesos y su comportamiento, mientras que por otro lado debemos decir: los sucesos están asegurados desde siempre. Es algo imposible de deshacer. Es inútil intentar deshacerlo mediante el camino de la causalidad, porque irá mal. Es un cálculo equivocado, un callejón sin salida.

Quizás se acordarán de una conversación entre el lado masculino y femenino de Dios. ¿No queremos que venga el ser humano? Vendrá, pero es una aventura espantosa, y un gran pánico se instala hasta en las regiones más altas. No es que Dios diga: “conozco el juego y todo el desarrollo bastante bien, mientras que el ser humano lo desconoce. Ciertamente en primer lugar protestará, pero al final regresará a casa sano y salvo”. Nosotros podríamos acaso sacar estas conclusiones causales, pero no es así. Es un momento de la mayor oscuridad y de intensa desesperación.

En el Nuevo Testamento se expresa en ese momento de total abandono: Todo ha desaparecido, ¿cómo podré seguir? Nada ya concuerda. Si concordara podríamos decir: “Las cosas van mal en el mundo, pero en el fondo es mejor”. Pero entonces por qué la pregunta ¿por qué me has abandonado? Sería un juego, una obra de teatro, para tomarse una taza de té después. Pero no es así. Es un drama que se desarrolla hasta sus últimas consecuencias, involucrando al creador. El ser humano recorre su camino y el mundo se pierde, solo queda destruirlo. Siempre estamos ante esta dualidad, que no tiene denominador común, es decir, la destrucción del mundo, y a pesar de ello saber que regresará a casa. ¿Cómo se sostiene eso? Si el mundo finalmente llega a casa ¿por qué entonces este miedo? Porque el miedo, de hecho, está. Y el regreso a casa es algo que está tan lejos que dirás “he oído algo, pero no lo vivo, no es para mí. Tengo miedo al futuro y no estoy tan seguro como aparento”. La famosa dualidad en el ser humano.

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Del libro Encuentros con Ángeles y Seres Humanos

Birnbaum y el sionismo.

Nuestras conversaciones tocaban muchas áreas. Quiero mencionar solo algunas que tienen relación con mis apuntes.

Nathan Birnbaum tenía una actitud inequívoca frente al sionismo. Para él, la salvación era una intervención divina, independientemente de lo que pueda pensarse de Dios. “Israel” para él era el “pueblo de Dios”. Por eso, una solución causal, entendible, política del “problema judío” era absurda. Le quitaba al judaísmo su fundamento, su nervio vital. El camino de la salvación solo podía ser un acercamiento a ese Israel (en cada ser humano) y para ello se requería un judaísmo vivo y verdadero. No tiene nada que ver con el nacionalismo. No se trata de un país específico. Para él, el sionismo era paganismo puro y en forma óptima.

Unos asentamientos con una política de poder en Palestina -en aquellas fechas, no se conocía aún el nombre Israel para el estado- no podía nunca ser judío, todo lo contrario, era antijudío, peligroso. Tanto para el lado corporal como el lado del alma.

“Sé que me odian por mis opiniones. Si pudieran, me matarían. Pero no se atreven, porque mi nombre tiene aún algún lazo sentimental con el comienzo, con Herzl. Pero se ha hecho todo lo posible para hacerme callar. En este sentido, me han matado ya”.

“Pero puede difundir sus pensamientos. Sigue estando vivo, puede hablar, contar, argumentar”.

“Ese es el engaño. Hay que ver el mundo como es. Los pensamientos entran en el mundo por la prensa, por editores. Y seguramente usted se ha dado cuenta ya de que no han publicado ningún artículo firmado por mí. Tenía que hacer mi propia revista, pero ahora se obstaculiza y se boicotea por doquier. Ningún editor quiere trabajar para mí, debo de hacer una editorial yo mismo. ¿Por qué? Lamento tener que decirlo, pero es la verdad, la prensa está firmemente bajo la influencia de ciertos círculos judíos. Y esos círculos, hoy en día, son sionistas. El nacionalismo es el gran ídolo y el gran negocio. No es necesario que se tenga influencia económica sobre la prensa, basta pertenecer a esos círculos. Y tengo muchas pruebas de que hay una especie de acuerdo tácito para no dejarme hablar. En todo caso, no con mis ideas. Les gusta utilizar mi nombre, donde puede ser útil. Frente a mis ideas, sin embargo, son duros, consecuentes, crueles. Son leyes no escritas. Se dice de mí que soy viejo, pasado de moda, sin comprensión en cuanto a las necesidades de hoy en día. Y se me dice, amablemente, con cualquier excusa, que no es posible. Los editores no se atreven a publicar nada escrito por mí. Serían boicoteados enseguida. No me gusta, pero es la verdad, esos círculos dominan la opinión pública. Como judío solo se puede publicar textos conformes con el sionismo. Aunque un hombre de cierta importancia quisiera otra cosa, no puede hacerlo”.

Era cierto. Yo mismo había tenido que dar mi nombre y mi dirección para posibilitar la publicación de un a revista quincenal La Llamada. Yo, estudiante y asistente desconocido, porque ninguna otra persona en Holanda se atrevía a hacerlo. Y me acuerdo de las cartas amenazadoras, también de intentos amables de disuadir a Birnbaum de publicar, es decir, de expresar libremente su opinión sobre Palestina.

Los sionistas consideraban que toda distracción de Palestina era traicionar el asunto nacional. Y lo decían con total claridad. Visitaban a Birnbaum y le apremiaban con palabras suaves o duras, para dejar el asunto.

Sin embargo, con Birnbaum no había posibilidad de discusión. El sionismo solo conocía el nacionalismo material, que había entrado al mundo desde la ilustración, el racionalismo. Una mezcla de sangre, mística, país. Por ello todos los demás nacionalistas entendían el sionismo de inmediato. Pensaban: ¡por fin! Esos judíos van a volverse normales, ya no son tan terriblemente diferentes. Por fin se moverán en esta realidad terrenal de pies sudorosos, empresa del textil, bancos. Ese otro judaísmo era aterrador como la muerte. También el Mesías estaba con ellos. Se les perseguía, se les mataba a golpes, como se haría también con el Mesías, tan pronto como quiera ser algo diferente que predicador.

Con Birnbaum llegue a conocer el poder de la prensa y la construcción de la opinión pública. Vi como era de fácil. La masa no piensa. La masa es solo emocional, y se la puede manejar con facilidad, siempre y cuando se actúe maliciosamente. Y es fácil ser malévolo solo con conocer esta realidad. Entonces la maldad es una condición de vida. Se es malévolo si se conoce únicamente el pensamiento causal, la historia y la geografía. Si no se sabe nada de la otra realidad en el ser humano, en el mudo. Solo esa ora realidad da un sentido eterno a la historia y eternidad a la geografía.

Llegue a conocer ese poder de forma más acusada aún, en el caso del hijo más importante de Birnbaum, el poeta y pintor, un ser humano realmente grande, Uriel Birnbaum. No tuvo acceso al público, simplemente porque la prensa y los editores por acuerdo tácito, se lo negaron. Un poco más adelante hablaré de mis encuentros con él.

El mundo admirado, casi no puede comprender aquello de los judíos,
casi olvida odiarlos.
Desde que son “Israel”, el país. Es decir, desde que, finalmente, tiene
judíos que encajan.
Uriel Birnbaum

 seguirá…

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Del libro Experiencias divinas

El nombre Elokim

Bajo este nombre habla Dios en este primer capítulo de la Biblia, en el cual llama al mundo a la vida. Dios tiene en la Biblia varios nombres. Esencialmente dos, que son mencionados constantemente y se traducen como Dios y el Señor. El Señor, en hebreo, es el nombre con las cuatro letras yod-hé-vav-hé, el tetragrama, que no puede pronunciarse. Pronunciarlo sería inmovilizarlo, formularlo.

Pronunciándolo rompes el silencio, podríamos decir, déjalo entero, sano, santo y di el Señor, o ha-Shem, el nombre. Se toma muy en serio, porque enfrente del lado consciente del ser humano hay algo que no puede tocarse ni formularse. No hay imagen que viniendo de allí pueda estar aquí. La palabra hebrea pesel, imagen, se escribe igual que pasul, inválido. Es decir, por favor, ninguna rigidez. Una imagen para vivirla, eso sí, que puede desplegarse en múltiples vivencias.

¿Cómo vivir a Dios en su nombre Elokim? No como lo hacen los teólogos, sino que queremos intentar acercarnos sintiendo que somos parte. ¿Qué dice la palabra? Elokim en hebreo es plural, la terminación im designa un sustantivo masculino plural. Elé significa esos, estos, aquellos, es decir, todo lo que puede aparecer aquí, todo lo que puede señalarse aquí y también todo lo que puede imaginarse aquí. Todo lo que aparece aquí por separado, está en Dios en plural, y todo aquello que puede ser señalado o imaginado, está en Dios en multiplicidad. La cábala lo explica como de múltiples capas; que haya algo en múltiples esferas, en cada esfera diferente, pero siempre lo mismo y siempre unido.

Y eso otro enfrente que dice al ser humano yo asemejo ¿no podría significar que mi yo sienta las mismas múltiples capas y que cada una de esas capas, esa multiplicidad, sean par mí posibilidades de experiencias y de vivencias?

Nuestra pregunta era: ¿Cómo vivir a Dios en su nombre Elokim? Se ha formulado igual desde hace dos o tres mil años, y ya entonces se decía que todo está presente en el ser humano desde siempre. En sus raíces están depositadas todas las vivencias, quizás muy profundamente enterradas y muy alejadas de la vida en este mundo concreto.

Se dice que Elokim es el lado de Dios que tiene que ver con la noción de justicia, de la ley. Así es justo, decimos. En la justicia de Elokim no se piensa solo en juzgar, sino en ajustar, enderezar, en unir los fragmentos rotos y dispersos, es decir, en un levantamiento de lo caído. Así la palabra hebrea que se traduce siempre con venganza, no dice otra cosa que levantar lo caído. Algo que ha caído se levanta, se pone en pie. En el caso de la justicia, la ley, pensamiento siempre que se juzgará objetivamente, causalmente, con severidad. Sin embargo aquí nos topamos con esas múltiples capas, donde juzgar significa una especia de reparación, la recomposición de lo roto, de toda fractura.

El principio de las múltiples capas.

Lo que tú ves está en un solo medio, se dice, pero existen muchos medios de muchas formas. La justicia es la garantía de que todo lo que está, tenga un sentido. Todas las semillas, por ejemplo, de seres humanos y de animales que no llegan a vivir por no encontrar un huevo para su fecundación, también a todas estas semillas se hará justicia, permitiendo que en otras capas lleguen a vivir, que encuentren allí su huevo, su posibilidad. Elokim contiene toda esta pluralidad, todas las posibilidades están contenidas en Él.

Podríamos pues imaginarnos a Él también desde este principio de las múltiples capas, que incluye que haya justicia para todo, que nada exista sin sentido o sin destino, y lo mismo vale por supuesto para nuestra vida. Ningún encuentro, ningún suceso por cruel o feo que sea, puede no tener sentido, porque hay justicia. Aunque estés desesperado, tu desesperación es una señal que anhelas, que deseas la justicia, es decir, no eres un Ser neutral que constata simplemente y que deja las cosas estar. Curiosamente, en la tradición judía se llama a un ateo y burlón apikoros, es decir un epicúreo, un librepensador, para quien solo existe el lado terrenal. Pero justamente porque existe la multiplicidad, también ese comportamiento tiene sentido, porque muestra que existe el anhelo.

 seguirá…