¿Está la muerte frente a la vida como una negación de todos los valores y de todas sus alegrías? O quizás, ¿es la muerte el otro lado de aquello que puede llamarse “toda la vida”? La vida y la muerte como los dos lados de una unidad mayor, aunque incomprendida. A la vida le desaparece su sentido tan pronto la muerte se anuncia como una realidad inevitable, pero quizás, si se es capaz de romper las barreras del tiempo, ese sentido puede volver y estar más firme que nunca.
Es un camino sencillo colocar al ser humano en una embriaguez de éxtasis o de resignación para hacer más fácil el paso a la muerte, pero no es el camino verdadero, y se sabe. La embriaguez religiosa o física, causada por drogas, por ejemplo, es el abandono de la realidad, la retirada a una verdad ficticia.
El camino hacia el sentido de la vida pasa por la confrontación de lo pasajero, lo perecedero, con lo eterno, el Ser eterno. No queremos buscar palabras que consuelen, para envolver la muerte en una especie de neblina. Sería un proceder absurdo.