Liberación de la cautividad. La cautividad en Egipto. ¿Qué es Egipto? ¿Algún país de hace varios miles de años en el cual “nosotros” como “pueblo” estábamos esclavizados? ¿De qué hablamos exactamente si pensamos en el sentido de “nosotros” y de “pueblo”? ¿Somos entonces sanos, felices? ¿Vivimos una vida eterna? Sabemos que no es así. ¿Concretamente, qué es liberado? ¿Y es Egipto colectivamente culpable? ¿Deben todos los egipcios ser castigados? Quien lee la Biblia de esta manera, sin preguntar por el sentido de las palabras de un libro llamado Palabra de Dios, Escritura Santa, se está engañando a sí mismo. Quizás tal vida quede caracterizada por el pan leudado y por el vino que emborracha.
¿Es factible que todo un pueblo sea malo? ¿Y que siga siéndolo permanentemente, por los siglos? Yo tengo compasión por ellos. Nunca me ha sido posible alegrarme por el hundimiento de Mizraim, por personas que se ahogan delante de mí, viudas, huérfanos. Que se azote a todo un país por plagas no me parece aceptable, tampoco que todo primer nacido de seres humanos y animales tenga que morir. Y tampoco he podido culpar a Dios por esos asesinatos y plagas. Me parece de tal forma inasumible que nunca he tenido ni un solo pensamiento de que Dios pudiera haberlo hecho así en aquellos tiempos. Y gracias a Dios, pronto he tomado consciencia del sinsentido de tal forma de pensar. Que muchas personas, hasta hoy, puedan seguir pensando así, me demuestra lo que de verdad es estar cautivo. Cautivo en un pensamiento terriblemente estrecho.
¡Victoria nacional! Estupendo. Dios ha bendecido a nuestro armamento. Dios ha luchado por nosotros. ¿Por “nosotros”? ¿Quiénes somos “nosotros”? ¿Y quiénes son ellos, los mizri? Nosotros, evidentemente, somos los buenos, los piadosos, los honrados. Y ellos los malos que deben de ser castigados.
¿Puede ser esa la creación de Dios? No lo entiendo. “Pero la Biblia lo dice así, textualmente”, se me replica. Pero justamente esa traducción literal de la Biblia me demuestra que se está violando lo santo, que se desconoce la diferencia entre lo eterno y lo temporal. Y ese desconocimiento no es un error del pensamiento, no es una falta principal. Ese desconocimiento es uno de los aspectos del pecado y de sus efectos. No se trata de un error que podría corregirse, se trata de un pecado. La teshuvá es necesaria para su reparación, la vuelta del ser humano, dar la vuelta, la gracia y la misericordia.