Y también sé por supuesto que ciertos cristianos dirán: finalmente lo admite. Ya era hora. Ese Weinreb ha comprendido por fin que siempre hemos tenido razón. A estos les contestaría, silenciosamente, en mi interior: nunca me han caído bien los que pretenden tener la razón. Son demasiado bastos en asuntos de fe. Demuestran de antemano lo que solo puede esperarse, ven claramente lo que solo puede intuirse.
Y al mismo tiempo sé como ciertos judíos reaccionarán: ahora se ve claramente que es un traidor. Un judío no puede hacer eso. Lo sé, conozco todos los argumentos.
Quisiera contestar a los dos lados, aquí y ahora, que para mí la fidelidad es sagrada. Es la misma palabra que fe y confianza. Y yo creo que mi confianza en Dios es inmensa. Siento que simplemente me es imposible ser infiel. Soy judío, aun judío ortodoxo, y seguiré siéndolo. Sería una infidelidad frente a Dios si fuese infiel al origen que Él ha decidido por mí.
Naturalmente sería fácil decir: tú no llevas la raíz, la raíz te lleva a ti. El mundo, nuestra vida, está por la palabra de Dios, y todo lo que vemos, ha surgido de la nada. Pero dejémoslo; no quisiera arrancar aquí con argumentos, quisiera aportar algo nuevo. No especialmente para cristianos o judíos, sino más bien para todos, para todo el mundo. Cuando hablo de la Biblia, lo nuevo para mí es que solo veo seres humanos. Ninguna religión en particular, ninguna cultura, lo que quisiera ver son todos los pueblos y todas las lenguas del mundo. De no ser así, la Biblia es secuestrada una y otra vez por alguien que cree tener derechos de propiedad exclusivos. Para administrarla con la correspondiente arrogancia. Pero yo veo, cada vez con más claridad, la imagen mesiánica de Isaías 11,6-7 delante de mí: Morará el lobo con el cordero y el tigre con el cabrito se acostará, el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas y tanto el león como el buey comerán paja. – Lo que siempre me ha impresionado de esta imagen es el hecho de que todos siguen siendo fieles a su raza. Que los lobos no se conviertan en corderos, ni los tigres en cabras, ni los osos en vacas.
Todos han sido creados por la palabra de Dios desde la nada y siguen siendo fieles a la maravilla de su creación. Así pienso, y espero desde mi fe que los cristianos sigan siendo cristianos y los judíos, judíos y que los demás también vivan a su manera en paz y en perfección. Porque Dios ha creado al ser humano y le ha puesto en medio de multitud de pueblos. Solo que era y es costumbre que se destrocen. De alguna forma se cree tener el derecho de destruir al enemigo, de convertirlo en nada.
A todos ellos quisiera oponer la imagen de Isaías: lo que era el bien hasta ahora, no debe seguir siéndolo. El bien es la paz y la perfección cuando cada cual es como Dios le ha pensado.
Es decir, ¿estoy escribiendo sobre el Nuevo Testamento porque los judíos, a pesar de todo, lo han tratado injustamente? No, no quiero decir eso ni tampoco lo contrario, aunque la cita: la salvación viene de los judíos (Juan 4,22), está cerca. Sin duda me preocupa la injusticia de parte de los judíos: ese no querer tomar nota del Nuevo Testamento. Pero también me preocupa la injusticia que los cristianos infringen al Nuevo Testamento de continuo, me preocupa la injusticia que toda la humanidad está causando constantemente.