El nombre de Job, en hebreo, es interpretado etimológicamente como «enemigo». Habla del ser humano que es enemigo de sí mismo y por ello atrae el sufrimiento. En general se piensa que el sufrimiento viene de fuera. Pero quizás el ser humano sufre porque tiene al enemigo dentro, y con ello atrae al enemigo de fuera. Quizás le vienen los reveses, porque hay algo en él que susurra: puede esperarse en tu vida.
En psicología moderna se ha descubierto que existen ciertas personas que traen, por ejemplo, accidentes. Casualidad, decimos. ¿Pero qué es la casualidad? No conocemos sus raíces. También hablamos de intuición. ¿De dónde viene? Cae como la casualidad, viene a ti de otra parte. La lengua viene de la región del inconsciente, y por ello las palabras que usamos son verdaderas, son de una verdad profunda.
Si, por ejemplo, hablamos de cierta disposición, antecede una voz interna. La disposición para oír una voz. La palabra «comprender» tiene que ver con «prender» una cosa, actuar con las manos. Si hablamos de «contar» un cuento, sabemos que tiene también el significado de «contar» números o cosas. Es inherente a la lengua que viene del inconsciente, de la región de donde también vienen nuestros sueños, sin que podamos influenciarlos.
La lengua nos muestra en el nombre de Job, que existe un enemigo dentro de nosotros. En la sabiduría antigua, no se sitúan las cosas en el exterior del cuerpo, no se hacen proyecciones, no se proyecta a otro. Porque haciéndolo, nos deshacemos del asunto y rompemos la relación. En este caso, buscamos una imagen enemiga o un culpable. Pero quizás es así, que tengamos todas estas personalidades de la mitología dentro de nosotros. De la misma manera que en el así llamado complejo de Edipo, nadie piensa ya en el mito griego, sabiendo que se trata de un conflicto dentro del ser humano.
Todo lo que viene del mundo del inconsciente, es decir también de la Biblia, vive en primer lugar como aparece en nuestro propio inconsciente, como por ejemplo Job, o Abraham, o Juan. La Biblia misma lo llama Dios en nosotros, y nosotros en Dios. Señala aquello que, junto con todas las palabras, está presente en nuestro inconsciente.
Si se habla de la Biblia como un libro «inspirado», se refiere al espíritu, al Espíritu Santo. En el espíritu del ser humano vive el inconsciente, y en el inconsciente vive lo santo: Dios en mí, o dicho con palabras cristianas, Jesús en mí. Y puesto que vivimos en un mundo de muchas personalidades individuales, y cada una puede decir lo mismo de sí, ¿que puede significar mi relación con las demás personas? Está en mí, pero en los demás también. ¿Para qué necesito al otro? ¿Qué podemos darnos?
Podría ser que la gran comunidad de personas del mundo refleje la comunidad bíblica, que en uno juegue Abraham, en otro Moisés, en un tercero Elías, un papel significante. O quizás Esaú, Nabucodonosor o los romanos, con los matices inagotables de todas las figuras y palabras bíblicas. De esta manera, en la humanidad estaría presente siempre la totalidad, oculta en el inconsciente, por supuesto. Puede ser que en el comportamiento de alguna persona algo sea visible, y que otros aspectos nunca tengan expresión en su vida consciente.
Job vive en todos los tiempos, como dice la tradición. Allí donde el ser humano no es capaz de tomar una decisión dentro de la alternativa que se ofrece, Job vive como tirano. No se atreve a decir ni sí ni no a la vida, y tampoco puede decidir qué es más importante: la vida consciente o la inconsciente. Sabe que las dos vidas tienen su realidad, aunque del inconsciente, como dice la palabra, no se sabe nada. ¿Qué se sabe de sí mismo? Y a pesar de todo, se acepta la presencia de un Yo. Aunque tenga miedo de reconocerse y huya siempre de nuevo de su Yo, esperando a pesar de todos encontrarse a sí mismo un buen día. Por otra parte, hay que vivir en el mundo y con el mundo, lo concreto requiere que estemos, no puede refugiarse en los sueños.
Así vacila el ser humano entre dos posibilidades. No poder decidirse significa que tienen un enemigo a la vista. Esa es la historia de Job, como la tradición la cuenta del ser humano.